LIBRO PRIMERA PEDRO


Pedro consuela y anima a cristianos que sufren.

Primera de Pedro Capítulo 1

Primera de Pedro Capítulo 2

Primera de Pedro Capítulo 3 

Primera de Pedro Capítulo 4 

 Primera de Pedro Capítulo 5

Autor : Pedro, el apóstol.

Este no era el Simón Pedro del comienzo, impulsivo y lleno de debilidades, a quien Cristo llamó Simón (Mr 14:37; Lc 22:31; Jn 21:15 - 17). Este era el Pedro que Cristo había profetizado que se convertiría en una roca, (Jn 1:42). El mismo hombre que se había disciplinado a través de años de sufrimiento y pruebas, y se había fortalecido con el bautismo del Espíritu Santo. La carta evidentemente pertenece a los últimos períodos de su vida. 

Fecha y lugar: Indeterminados. La Babilonia a la cual se refiere en el versículo 5:13, puede o no ser la ciudad a orillas del río Eufrates. Muchos creen que era Roma, llamada figuradamente Babilonia.

Destinatarios: Los elegidos esparcidos a través de Asia Menor. Probablemente a todo el cuerpo de cristianos en esa región, tanto judíos como gentiles. Pedro envía este mensaje espiritual de ánimo, instrucción y amonestación más que todo a las iglesias fundadas por Pablo.

Propósito: Al escribir esta carta, Pedro obedeció dos órdenes específicas que Jesús le había dado:
Animar y fortalecer a los hermanos (Lc 22:32)
Alimentar el rebaño de Dios (Jn 21:15 - 17) 

Palabra Clave: Sufrimiento, ocurre quince veces o más en la carta.
Texto Clave: 4:1
"Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento, pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado," 

Tema Central: La victoria sobre el sufrimiento como fue ejemplificada en la vida de Cristo.

El año 63 a.C., el general romano Pompeyo conquistó Jerusalén. Desde entonces, los judíos, llevados del profundo odio y desprecio que Roma les inspiraba, comenzaron a llamarla «Babilonia», el nombre de la antigua ciudad que evocaba en ellos la imagen de un mundo pagano, blasfemo y corrupto.
La iglesia, al igual que los judíos, también utilizó el nombre de Babilonia para simbolizar a la poderosa Roma imperial (cf. Ap 14.8; 16.9; 17.5; 18.2, 10, 21). Y así Pedro se refiere a ella cuando transmite a los destinatarios de su carta el saludo de «la iglesia que está en Babilonia» (5.13).

Fecha y lugar de redacción
La Primera epístola de Pedro (=1 P) no ofrece datos que permitan identificar a sus lectores inmediatos. Tan solo dice que vivían «expatriados» en los territorios de «Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia» (1.1), cinco regiones del centro y norte de Asia Menor (actualmente Turquía). Probablemente se trataba de pequeños grupos cristianos, compuestos por conversos de origen gentil y que formaban parte de la «diáspora» o «dispersión». En general, debían su creación a la obra misionera del apóstol Pablo y sus colaboradores (1.14, 18; 2.9–10; 4.3).
Aunque no poseemos indicaciones precisas acerca del tiempo de composición de esta carta, se cree que fue muy cerca del año 64, en Roma, poco antes de la gran persecución que Nerón desató contra los cristianos de aquella ciudad.

Propósito
El texto de 1 Pedro está redactado en un griego de notable nivel literario. En 5.12 aparece un dato interesante: «por conducto de Silvano... os he escrito». Esto puede significar que, aun cuando Pedro fue el autor y firmante del texto, para su redacción contó con un secretario erudito. Y dado que Silvano es la forma latina del nombre arameo Silas, cabe suponer que aquí se trata del que fue compañero de viaje y colaborador de Pablo (Hch 15.22–18.5; cf. también 2 Co 1.19; 1 Ts 1.1; 2 Ts 1.1).
El objeto principal de esta epístola es alentar a sus lectores a mantener, aun en medio de quebrantos y persecuciones, una conducta limpia, digna de quienes profesan la fe en Jesucristo (1.6–7; 2.12; 3.17; 4.1, 4, 12–16, 19). Junto a ese objetivo primordial, las enseñanzas que contiene la carta aparecen más bien como el indispensable soporte de una exhortación pastoral.

Contenido y estructura
Después de un breve saludo (1.1–2), el autor introduce el tema general del plan de redención dispuesto por Dios (1.10–12) para quienes ponen su fe en Jesucristo, una fe que es «mucho más preciosa que el oro» (1.7) y cuya meta «es la salvación de [nuestras] almas» (1.9). Dirige luego una serie de consejos y recomendaciones a los creyentes (1.13–2.10), que son «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios» para anunciar «las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (2.9).
Alienta el autor a los cristianos a actuar de tal forma que en todo sean ejemplo (2.11–4.6), incluso en situaciones en que su buena conducta podría resultar incomprensible a la vista del mundo y reportarles menosprecio y hostilidad. Contiene también esta sección consejos referentes al cumplimiento del deber en los diversos casos que plantean las relaciones humanas (2.13–14, 17, 18; 3.1–7), y al comportamiento que corresponde a una verdadera comunión fraternal en el ámbito de la iglesia (3.8–4.6). Esta comunión tiene como base el amor, y debe ser objeto de la mayor solicitud porque «el fin de todas las cosas se acerca» (4.7).

La parte última de la carta incluye una nueva exhortación a mantener firme el testimonio de la fe. Los creyentes, siendo «participantes de los padecimientos de Cristo», también lo serán de su gloriosa revelación (4.12–19).
Algunos consejos a pastores y responsables de iglesia (5.1–4), y otros a los creyentes en general (5.6–11), más unos breves saludos de parte de la «iglesia que está en Babilonia... y [de] Marcos mi hijo» (5.13–14), ponen punto final a la epístola.
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1–12)
Salutación (1.1–2)
Una esperanza viva (1.3–12)
1. Nueva vida en Cristo (1.13–2.10)
Llamamiento a una vida santa (1.13–2.3)
La piedra viva (2.4–8)
El pueblo de Dios (2.9–10)
2. Deberes de los creyentes (2.11–4.6)
Vivid como siervos de Dios (2.11–25)
Deberes conyugales (3.1–7)
Una buena conciencia (3.8–22)
Buenos administradores de la gracia de Dios (4.1–6)
3. Los creyentes ante la proximidad del fin (4.7–19)
El servicio a los demás (4.7–11)
Participación en el padecimiento de Cristo (4.12–19)
4. Consejos particulares (5.1–11)
A los ancianos (5.1–4)
A los jóvenes (5.5–11)
Epílogo: Salutaciones finales (5.12–14)



 

 

Primera de Pedro Capítulo 1

1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas. 

3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, 8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; 9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. 

10 Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, 11 escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. 12 A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles. 

13 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; 14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; 15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. 

22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: 

Toda carne es como hierba,
Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.
La hierba se seca, y la flor se cae;
25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. 
Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

Primera de Pedro Capítulo 2

1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, 2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, 3 si es que habéis gustado la benignidad del Señor. 

4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura: 

He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado. 
7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; 8 y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. 
 
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. 

11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, 12 manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. 

13 Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, 14 ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. 15 Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; 16 como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. 17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey. 

18 Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. 19 Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. 20 Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. 21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

Primera de Pedro Capítulo 3

1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. 

7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. 

8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; 9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 10 Porque: 

El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen engaño;
11 Apártese del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala. 
12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
Y sus oídos atentos a sus oraciones;
Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. 
13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? 14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, 15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. 17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. 18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. 21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, 22 quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.

Primera de Pedro Capítulo 4

1 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2 para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. 3 Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. 4 A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; 5 pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. 6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. 

7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. 8 Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. 9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 


12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. 15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; 16 pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. 17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? 18 Y: 

Si el justo con dificultad se salva,
¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? 

19 De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.

Primera de Pedro Capítulo 5

1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: 2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 3 no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. 4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. 5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: 

Dios resiste a los soberbios,
Y da gracia a los humildes. 
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; 7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. 10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. 11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 
12 Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis. 13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan. 14 Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.

LIBRO DE SEGUNDA DE PEDRO


Segunda de Pedro Capítulo 2

Segunda de Pedro Capítulo 3

 
Autor : Pedro, el apóstol.

Fecha: Escrita probablemente entre los años 60-70 d.C.

Tema Central: Una advertencia acerca de los falsos maestros y burladores. Para contrarrestar la influencia de falsas doctrinas, se pone gran énfasis en la Palabra de Dios y la certeza del cumplimiento de las promesas divinas.

Texto Clave: 3:1
"Amados, esta es la segunda carta que os escribo. En ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento," 
La Segunda epístola de san Pedro (=2 P) fue escrita para fortalecer la fe y la esperanza de los creyentes, y para ponerlos sobre aviso contra la infiltración en la iglesia de doctrinas erróneas y actitudes destructivas.
El remitente, que se identifica como «Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo» (1.1), se declara testigo presencial de la transfiguración del Señor (1.16–18) y autor de una carta anterior a la presente (3.1), presumiblemente 1 Pedro.

Fecha y lugar de redacción
No se registra ningún nombre de ciudad de destino, ni se menciona persona alguna a la que fuera dirigida la carta. Por eso debe entenderse que lo fue a un conjunto de iglesias de la «diáspora» (véase Introducción a 1 Pedro), formadas probablemente por convertidos judíos y gentiles. Tradicionalmente se ha pensado que su redacción tuvo lugar entre los años 65 y 68, posiblemente en Roma.

Contenido y estructura
Esta epístola contiene frecuentes alusiones al AT, aunque no citas directas (2 P 2.5–7, cf. Gn 6.1–7.24 y 19.1–16, 24; 2 P 2.15–16, cf. Nm 22.4–35; 2 P 2.22, cf. Pr 26.11; 2 P 3.5, cf. Gn 1.6–8; 2 P 3.6, cf. Gn 7.11; 2 P 3.8, cf. Sal 90.4; 2 P 3.13, cf. Is 65.17 y 66.22).

Comienza el texto con un saludo (1.1–2) y una invitación a considerar las «preciosas y grandísimas promesas» que han sido hechas a los creyentes, para que lleguen «a ser participantes de la naturaleza divina» (1.4). Estas promesas de Dios, como «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad» (1.3), han de ser correspondidas con la fe y la práctica de toda virtud. Así, leemos, se hará «firme vuestra vocación y elección», y «os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (1.10–11).

El autor exhorta a los creyentes sobre la base de «la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro» (1.19–21). Y desde el mismo fundamento denuncia severamente las enseñanzas y la conducta de los falsos profetas y falsos maestros que inducen a error al pueblo de Dios, y que dondequiera que vayan «introducirán encubiertamente herejías destructoras, y hasta negarán al Señor que los rescató» (2.1).

El capítulo 2, dedicado por entero a este tema de las desviaciones doctrinales, parece redactado según el modelo de la Epístola de san Judas, escrita en fecha anterior. Véanse a este respecto los siguientes textos, cuyo paralelismo es evidente: 2 P 2.1, cf. Jud 4; 2 P 2.4, cf. Jud 6; 2 P 2.6, cf Jud 7; 2 P 2.10, cf. Jud 8; 2 P 2.11, cf. Jud 9; 2 P 2.12, cf. Jud 10; 2 P 2.13, cf. Jud 12; 2 P 2.17, cf. Jud 12–13; 2 P 2.18, cf. Jud 16; 2 P 3.2, cf. Jud 17; 2 P 3.3, cf. Jud 18.
En el capítulo 3 se considera un asunto que fue causa de preocupación entre los cristianos de la época: lo que les parecía ser un retraso inexplicable de la segunda venida del Señor. Entre muchos que participaban de la esperanza en el inmediato regreso de Jesucristo, había comenzado a cundir el desánimo, pues veían pasar los años sin producirse el anhelado acontecimiento. Y crecía la impaciencia de los creyentes, que vivían su fe en Cristo en medio de una sociedad que los miraba con desprecio e indiferencia, cuando no con abierta hostilidad (3.3–4).
A fin de ayudar a las iglesias a vencer el desaliento y a recuperar la confianza, el autor recuerda a sus lectores que las medidas humanas del tiempo y de las cosas no son las mismas de Dios (3.8, 10, 13–14); y que Jesucristo, a quien y en quien la iglesia espera, es la clave definitiva del misterio de nuestra existencia y del plan de eterna salvación del ser humano (3.9, 15a).
Esquema del contenido:
Salutación (1.1–2)
Partícipes de la naturaleza divina (1.3–15)
Testigos presenciales de la gloria de Cristo (1.16–21)
Falsos profetas y falsos maestros (2.1–22)
El día del Señor vendrá (3.1–18)

Segunda de Pedro Capítulo 1

1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: 2 Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 

3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 11 Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 

12 Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. 13 Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; 14 sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. 15 También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas. 

16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 17 Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. 19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

Segunda de Pedro Capítulo 2

1 Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. 2 Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, 3 y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme. 

4 Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; 5 y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6 y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, 7 y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados 8 (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), 9 sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; 10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. 

Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, 11 mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor. 12 Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, 13 recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. 14 Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. 15 Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, 16 y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. 

17 Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. 18 Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. 19 Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. 20 Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. 21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. 22 Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.